“Rezale a San Gonzalo”, me aconsejó la bahiana. “Es el santo que devuelve a la persona amada, o que ayuda a ter um namoro con una persona más nueva, más joven”.
Así que hay un santo que si no te devuelve la pareja te indemniza con una lolita. Lo seguro, pensé, es que te pone de rodillas a esperarla. Estaba comiendo unas salteñas en la esquina de la terminal de ómnibus, la bahiana sentada sola en una mesa con cuatro bolsos. Su micro a Encarnación venía muy atrasado, pero su micro de Encarnación a São Paulo salía dos días después. En un momento me preguntó si yo rezaba y le contesté que no; entonces citó a San Francisco de Asís: “Francisco dice que el día siempre llega”. Después quiso saber si estaba soltero y le respondí que sí; ahí me invitó a rezarle a San Jorge aunque enseguida ella misma se corrigió. Dijo: “Mejor, rezale a San Gonzalo. Porque Jorge te va a dar fuerza hasta que el amor vuelva, pero Gonzalo te va a traer de vuelta el amor”.
Atrevida, me preguntó por qué me había quedado solo. Y yo, un poco inspirado por el picante de las empanadas y otro poco por la confianza en los desconocidos, solté todo. Estaba en la crisis de un estilo de vida. El amor por la imaginación y los viajes, el desinterés por las cosas materiales, me arrinconaban a una soledad más grande que la que quería. Alentaba una fantasía que era quedarme una noche en casa escribiendo y pasar la noche siguiente con mi pareja, así por siempre, alternando el compañerismo y la misantropía, un día sí, un día no. Pero nunca había podido concretarla. Siempre la cosa terminaba en problema. No era llevadero. Era demasiado esquemático.
“Rezale a San Agustín”, me dijo entonces, “para que la luz de la imaginación nunca te falte”. Yo ya estaba en el juego y le dije que justamente ese era el punto: basta de imaginar. Ahí la bahiana reflotó a un santo que había quedado medio de costado: Jorge. Me dijo: “Jorge es un santo tranquilo, descontraído”. Amplió: “Es el que mata al dragón que es todo locura y energía fantástica”. Después resumió: “Jorge es el santo de la acción, de la fuerza y de la paciencia hasta que la fuerza llega”.
“Hasta que ella te perdone”, la muy turra agregó.
Sí, hasta que me perdone y hasta que me acepte como soy.
“Por eso. Rezale a Jorge, mas piensa también en lo que Jorge mata. Porque vos no querés morir eso, me parece. Olvidate entonces de Gonzalo, que es santo para outros hombres. Pero rezale a San Jorge y también San Dragón”.