En un reciente escrito, el bloguero Damián Selci cuestiona a los blogueros K que no se comprometieron a militar. Critica, también, la «decencia» y la «sensatez» con que los antiguos jóvenes blogueros habrían empezado a evaluar las cosas. Al parecer no se salva nadie; todos los blogueros tenían adn veleta. Pero la tesis tiene su componente de autoindulgencia: los que hoy abandonan el kirchnerismo son los que antes estaban pero no estaban. Hay una pasaje gracioso: cuando se dice que de última al bloguero Martín Rodríguez los analistas políticos lo respetan porque tiene una obra poética. Hace unos años Selci hacía sesudos resúmenes del Capital de Marx; hoy, en este texto, sostiene que es la posición misma del analista la que incluye el elemento conservador. ¿Cómo vuelve de esa frase alguien que escribe, alguien que es flacuchito y que uno lo ve y dice «lo que puede aportar este tipo al país son ideas»? ¿Por qué se autoflagela? ¿Por qué busca un amo que le diga «bien, pibe, seguí escribiendo así, hay que hacer pelota a los que piensan»? Es como si no hubiera razones para cuestionar lo que otros piensan. Como si el problema fuera el análisis. El kirchnerismo también fabrica contenidos audiovisuales y libros, manuales de todo, de historia, de geografía, de matemática y de lengua. ¿Esos manuales van a decir que la posición misma del analista es enemiga?
Sólo un kirchnerismo que se cree muerto o se da latigazos (¿un kirchnerismo jesuita, bergogliano?) puede clamar por la acción sin análisis. Hay buenas razones para confiar en que, incluso si se pierde en 2015, el modelo, es decir, el contenido kirchnerista, ese que merece ser pensado siempre, duplique sus adherentes ni bien cualquier otro modelo tome el poder y haga lo que sabe hacer. A nadie le hace bien el giro apocalíptico. Como a nadie le hace bien un revisionismo donde Néstor habría surgido de la nada y los demás se subían o no se subían al caballo. En última instancia, el único modelo donde pensar no sirve -o donde pensar es lo único que sirve- es el de la revolución permanente, que no tiene nada que ver con este.