Si en la tele todo son peleas, palos,
en las redes
todo son mimos, mensajes de amistad.
Miro tu foto. Pienso lo que sería
si subís la otra foto: un cambio de paradigma:
sale Facebook entra Woodstock, los pendejos
se matarían por gustarte. Yo no se la mostré a nadie.
Porque no hay nadie en el mundo que pueda
entender cuánto me gustás
y no por caballero guardo esa foto.
Quizás vos sí la difundiste. Tu amiga
esa que es tan juiciosa, esa
que parece la hija de Kant,
ya la habrá visto y te retó.
Seguro se la mostraste un día
para que te retara.
Pero miro esta otra foto, la de “perfil”: la de “todos”.
Labios en trompa, gestito,
que el mundo sepa que no tenés carácter
es tu actual juego, tu última ansiedad.
¿Te acordás lo de “sé que soy linda pero no soy vanidosa”?
Qué jugadora, seguro te lo creías.
Labios en trompa y debajo
los comentarios de los donjuanes,
la larga baba universitaria.
Se matan por gustarte. Siempre estuvieron y no dije nada.
Hoy algo diría, pero por suerte escribo poesía.
¿Escribo poesía para quién? Me río, y de repente
la veo a tu amiga entre los comentarios, esa:
la hija de Kant.
Amonestó moralmente a dos pendejos
que se pasaban en piropearte.
Te debe dar bronca, le dirías
que por favor no te espante a los chicos.
Me cae bien tu amiga.
El mundo tiene árbitro con ella
para rato. Y conmigo, ¿qué?
¿el mundo tiene poesía?
Qué va, si lo que escribo apenas lo lee
la gente insulsa
que vive en muros donde nadie
deja un lamento.